2

Comida de animales

Publicado por Trablete a las 19:19 en ,
Desde pequeño hubo animales en casa. La primera que recuerdo era una tortuga de tierra llamada Petra, la cual tenía tendencia a escaparse de casa, motivo por el cual trabábamos la puerta con una piedra que le impedía la huida. Había canarios, que llegaron a ser once en una gran jaula. También tenía una colección de mini mejillones, pero éstos no cuentan como mascota, porque estaban vacíos y solo los apreciaba por su valor decorativo.

Tuvimos, por épocas perros o gatos que, invariablemente, siempre se llamaban Garfield los gatos, y Violeta los perros (macho o hembra... ¿qué más da?). Esto se terminó cuando vino a casa una perra de raza presa canario con Stafford inglés. Ésta no se llamaría Violeta; hacía bastante tiempo que no teníamos perros y supongo que habría ganas de poner nombres. Mi hermano se adelantó a mi madre con el bautizo, y se llamó Ketama. Menos mal; las opciones de mi madre eran África si era hembra (pséee...) y Guillermo si era macho (ehhhm...)

A lo que iba. Las mascotas necesitan ser alimentadas. A medida que crecía, me encargaba de ponerles de comer más a menudo. En esos momentos me entraba la curiosidad de a qué sabría toda aquella comida de colores. En CPI  hablé de ello. Venía a contar algo como esto:

En general, está más buena la comida para perros, sobre todo cuando tiene verduras. Seguro que caliente está mucho mejor.
Las mortadelas están buenas, pero como dicen más arriba, suelen venir con algo de nervios e incluso trocitos pequeñitos de huesos. Era entretenido masticarlos.
Hubo una comida para gatos que eran trozos de pescado, pero no me gustó mucho. Los "patés" no tengo el placer de haberlos probado, pero por lo que he visto, tienen buena pinta.
En el caso de la comida seca tipo friskies, me inclino por la de gatos, en la que diferentes formas y colores implica diferencia apreciable de sabor. Las rosquillas de perro saben todas a galletas de la visita, o sea, insulsas.
También he probado el alpiste. No sabe particularmente bien ni mal. No vale la pena el esfuerzo de pelarlo, jejeje. Ah, y el pienso para conejos es como las rosquillas de perros, pero de sabor más fuerte. Tampoco me gustó mucho.

Me alegró no ser el único que se había adentrado en el lado oscuro de la ingesta de comida de animales. Claro, a la gente no le da por comer cosas que les resultan repugnantes. Pero esa barrera es variable en cada caso, así que la comida de animales bien puede estar dentro de los límites de uno. Si te da asco probar comida de animales, puedes probar con galletas untadas de paté, que saben a comida de perro. Debe ser la combinación de dulce-salado.

La última mascota con la que conviví fue una gata negra llamada (mi mujer no se cree que aún me confunda con los nombres de nuestros gatos) un gato negro llamado Altair, al cual le comprábamos, en ocasiones, unas latas de comida:

Por esos tiempos, yo cursaba tercero de carrera, y tenía la impresión de que el gato se parecía a uno de mis profesores. En esa época, el gato que usaban de modelo era distinto; no sé si otro gato, o el mismo algo cambiado. Eran este gato y este profesor:



Llegué a llevar a clase un cartón recortado del pack para enseñárselo a un amigo, que me dio la razón a medias. Lo más que he escuchado es que tienen un aire; yo creo que se parecen bastante, que pegan para esas fotos de amos y mascotas con gran parecido entre ellos.

4

No soy un robot (creo)

Publicado por Trablete a las 22:07 en ,
En mi perfil especifico que no comprendo las metáforas. En general, esto no plantea problemas en la vida diaria; algún equívoco menor en ocasiones, que suelo pedir que me aclaren. Suele notarse más cuando no entiendo alguna expresión de uso común en el castellano. Hoy se ha dado el caso con algo más común: un chiste.

Me estaba terminando Visiones de Robot, de Isaac Asimov. El libro se compone de relatos cortos de robots y pequeños ensayos sobre el tema. El penúltimo ensayo se titula El sentido del humor, y habla de que a nadie le gusta que le califiquen como falto de sentido del humor, puesto que ello les hará parecer menos humanos. En él pone como ejemplo un chiste:

Jim, entra en un bar y encuentra a su mejor amigo Bill en una mesa apartada, preocupado, observando un vaso de cerveza y con un aspecto de gran solemnidad en su cara. Jim se sienta en la mesa y amistosamente le pregunta:
— ¿Qué te ocurre Bill?
Bill suspira y dice:
— Mi mujer se marchó ayer con mi mejor amigo.
Jim agrega conmovido:
— ¿Qué quieres decir con eso, Bill? Yo soy tu mejor amigo.
Ante lo cual Bill contesta con voz queda:
— No a partir de ahora.

Me quedé igual. En ese momento, pedí que me lo explicasen, y me quedé contento. Era un poco raro, pero tenía ese típico salto en la lógica que tienen todos los chistes. Seguí leyendo:

Confio que se hayan percatado en el cambio del punto de vista. La natural suposición es que el pobre Bill está hundido en la tristeza por el peso de la pérdida. Sólo a través de las cinco últimas palabras uno se da cuenta repentinamente de que, en realidad, está encantado. Que el ser humano medio es bastante ambivalente respecto a su esposa (no obstante lo querida que ella pueda ser), para recibir este particular punto de vista con agrado. Ahora bien si un robot es diseñado con un cerebro que responda sólo en forma lógica (¿y qué otro uso haría cualquier otra clase de cerebro de robot para los humanos que desean utilizar robots para su propio uso?) Un cambio repentino en este punto de vista sería dificil de lograr. Implicaría que las reglas de la lógica estaban equivocadas, en primer lugar, o eran capaces de una flexibilidad de la cual obviamente carecen. Por otra parte, sería peligroso construir este tipo de ambivalencia en el cerebro de un robot. Lo que de él deseamos es decisión y no un estado de permanente inestabilidad del tipo Hamlet. Imaginémonos, por lo tanto, que le contamos el chiste que acabo de mencionar a un robot, e imaginemos que el robot nos mira con firmeza y seriedad luego de escuchar el chiste. Probablemente le hará el siguiente comentario.
Robot:
—¿Pero por qué ya no es Jim el mejor amigo de Bill? Usted previamente no ha descrito a Jim como si anteriormente hubiera hecho algo incorrecto y que fuera motivo para que Bill estuviera disgustado o molesto con él.
Usted:
—Bueno, la verdad es que Jim no ha hecho nada. En realidad, alguien ha hecho algo a Bill que le ha resultado tan agradable que le ha ascendido en la cabeza de Jim y éste se ha convertido de repente en el nuevo mejor amigo de Bill.
Robot:
—¿Pero quién ha hecho una cosa así?
Usted:
—El hombre que se escapó con la mujer de Bill, por supuesto.
Robot, tras un instante de reflexión:
—Pero eso no es posible. Bill debe de haber sentido un profundo afecto por su esposa y una gran pena ante su pérdida. ¿No es acaso ésa la forma en que los humanos sienten acerca de sus esposas y lo que suelen sentir ante su pérdida?
Usted:
—Por lo menos en teoría es así. Sin embargo, resulta que no sentía ese general aprecio por su esposa, y le complació que alguien huyera con ella.
Robot (después de otros segundos de reflexión):
—Pero es que usted no me advirtió de tal circunstancia.
Usted:
—Lo sé, ahí precisamente radica el chiste. Con toda intención te orienté en una dirección, y luego repentinamente te hice saber que era una dirección errónea.
Robot:
—¿Y resulta divertido el engañar a una persona?
Usted (rindiéndose):
—Bueno, dejemos el asunto.

...y me sentí totalmente identificado, pues era justo lo que yo había pensado cuando me lo explicaron la primera vez. Después de hablar de ello, y reflexionando un poco, fue cuando (por fin) cogí el chiste, y me reí con ganas. ¿Soy un robot? Se admiten apuestas XD

Quien me conozca, sabe que los chistes me hacen gracia, sobre todo cuando estoy medio dormido, así que el debate está servido. Quien no me conozca, diré que soy blandito, que he visto el resultado de mi test de Apgar (mi primer sobresaliente), y que sangro cuando mi piel pierde su continuidad. Hagan juego, señores.

Mi Propio Pastito Interior